lunes, 10 de marzo de 2014

Va por vosotros, Ignasi y Rosa

Hay personas que se tatúan en tu alma y que te dejan una huella imborrable, marcada a fuego, justo en el momento en que sabes que te han dejado para siempre; que se han ido y que ya no volverán. Las quieres desde el mismo momento en que las conoces pero no eres consciente, mientras las disfrutas en vida, del peso de su alma en la tuya. Qué cruel la vida que te abre aún más los ojos con la ausencia irreemplazable y con la marcha irrevocable. Qué sabia la vida, que te recuerda lo ligera que es, liviana como un papel de fumar, a base de inesperados zarpazos. Va por vosotros, Ignasi y Rosa. Sois dos de las ausencias más amorosas de mi vida. Gracias por haber existido.

sábado, 4 de enero de 2014

A las estatuas humanas de la Rambla

Era rojo. Con pequeñas y brillantes escamas. Dos ojos minúsculos, un par de botones, se fijaban en la pared, de un negro cavernario. Su larga cola, teniendo en cuenta sus diminutas dimensiones, se movía de arriba abajo, de abajo arriba. Era un pequeño cometa acuático. Iba, dale que te pego, surcando el reducido mar de una pecera de cristal. Tras subirla y bajarla en cuatro ocasiones en décimas de segundo, como un pez endiablado, posó sus escamas, su cerebro de pez y su mirada inexpresiva, como de pescado hervido, en el marco de fotos que estaba colocado entre la pecera y la pared. Su memoria de auténtico pez no era capaz de procesar lo que veía como unas cien veces al día. Siempre era la misma imagen. Ésta no cambiaba. Era Marina. Muy adecuado el nombre para el ser que la contemplaba sin poder recordarla. El pez revolotea desde su pecera a la altura de los ojos humanos de ella. Tan vívidos pero tan acostumbrados a la vez a no moverse durante horas, dada su naturaleza fotográfica. Parecía que hubiesen aprendido este arte del mismísimo pez.



Esta imagen inerte es la mitad del mundo de un pez que su dueña tiene desde que hace un mes se lo regalara Paca, su amiga de la tienda de animales. La otra mitad de su universo son una cama y una ventana, casi siempre cerrada. Ahora la cama está vacía y deshecha. Las dos almohadas aún mantienen la forma de quién las ocupó. Una Marina en horas bajas. Casi ahogándose.

Manos blancas, guantes calados hasta los nudillos.El vestido también blanco, largo, de algodón. Lo ayuda a abultarse como un paraguas puesto del revés un can can medio roto. No lleva medias, pero el vestido le tapa los tobillos, al igual que los botines, de un blanco roto. No había dinero para más. Rizos y más rizos, de tacto plastificado, le brotan del nacimiento de la frente y le caen a la altura del codo derecho. El izquierdo lo tiene elevado. Lleva en ese brazo un paraguas negro moteado de gotas blancas estampadas que simulan la lluvia que no acostumbra a caer por estas fechas en el lugar.



Su cara enharinada con polvos de talco luce en una mejilla una lágrima plateada. Los ojos son discípulos del pez, alumnos inmóviles y aplicados de su compañero animal. El color: azul de aguamarina. Pasan diez minutos de las diez y lleva aquí plantada media hora. Apenas un café y una tostada fría en el estómago. Se oye un clin clin clin. Unas manos pequeñas y rosadas introducen una moneda de euro en el paraguas abierto al revés que ahora descansa sobre el suelo. La dama baja el brazo izquierdo y lo une al derecho para tocar el paraguas, que no es de época. Con sus ojos abesugados, grandes y rasgados, mira fijamente a la niña rubia de la moneda. Y le guiña un ojo.

Barcelona, 26/12/2008

domingo, 27 de octubre de 2013

fuego amigo

Todas las televisiones del país y prácticamente del planeta estaban sintonizadas en un mismo canal. La plaza se hallaba a rebosar de autoridades,políticos, medios y ciudadanos expectantes. A pesar de la masa congregada en un lugar tan emblemático, no se oía ni un alma. El momento histórico que se iba a producir lo requería. Por primera vez en la historia de la nación se iba a vivir un capitulo olímpico.

El presidente se dirigió a su pueblo. Fue un discurso breve. Hacia frío y el relevista estaba a punto de aparecer en la plaza. Cuando Putin acabo de hablar, un miembro de la organización del evento le indico que el plus marquista mundial estaba a escasos metros de la plaza y que esperaba la orden para cruzarla. Se alejo unos centímetros del micrófono y dijo un "sí" rotundo y rápido. El momento había llegado. Moscú ya era ciudad olímpica. La llama estaba allí. Solo quedaba recibirla y cambiarla de manos ante los ojos del mundo.

La multitud estalló y comenzó a jalear a su astro nacional. El corría como un rayo hacia un punto fijo, el que le habían indicado días antes durante los ensayos, sin atender a los miles de flashes que le rodeaban y a los brazos desconocidos que le asían. Llevaba consigo el símbolo de los próximos acontecimientos deportivos.Llegó hasta el presidente en pocos segundos, con la llama en alto, raudo, veloz y orgulloso. Putin recibió el pebetero con gran ceremonia y lo brindo al gentío, que agradeció su gesto. El momento cumbre había llegado.

Cuando el nuevo relevista enfiló la salida de la plaza los focos habían disminuido, y también los espectadores. Su fama no era ni tan fulgurante ni tan mediática, así que era normal. Tampoco le dolía. Ni le sorprendía. Son los gajes del oficio y las consecuencias de haberse dedicado a un deporte minoritario. Alcanzo la gran avenida al trote.


Un hombre empezó a gritarle, y luego otro. Y otro. Y otro. Y otro. Miró al pebetero...apagado.Su primer impulso fue parar. El segundo buscar las cámaras. Si, eran pocas pero estaban allí. Le empezó a sudar todo el cuerpo, peor que al paso por cualquier meta. No sabía qué hacer y la organización tampoco se pronunciaba.

¿Quieres fuego? Le gritó un policía desde el cordón de seguridad. Solo le dio tiempo a girar la cabeza hacia donde se encontraba el providencial espontaneo y ver cómo le enseñaba un encendedor tipo zippo, un objeto casi de coleccionista que ahora había caído del cielo. Sin tiempo a contestar ni a pensar y sin órdenes de la organización a la vista el corredor paró, retrocedió y aceptó el fuego amigo.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Os lo voy a contar...

Hola bloggeros. Soy Garbiñe y soy cuentista de vocación, que no de profesión. Estreno el blog 'Hay que saber contar' para compartir con vosotros los cuentos, reales o imaginarios, que me vayan surgiendo. Bienvenidos!!